domingo, 22 de julio de 2007

Mi hermano anuncia mi desgracia

Por Tato Ferrer


Ahora también queda archivada en formato digital. Antes la palabra escrita, impresa en un periódico, quedaba guardada en esa especie de baúl de los recuerdos de Karina, con polvo incluido, de nombre hemeroteca.

Si alguien al acudir a ella es capaz de “pillarme in fraganti”, de “cogerme en renuncio”, habiendo utilizado el “barco de papel” para airear interesadamente los asuntos familiares, que cite día, mes, año, y página. O que guarde silencio para siempre.

Sin embargo, desde que tengo esta oportunidad de expresión en “El Pueblo”, me siento moralmente obligado a hablar de mi familia a la que conduje a la ruina con mi estilo sincero de periodismo de entrega y servicio a la comunidad ceutí.

Ya no espero de nadie que ni me comprenda ni me entienda. Mi actual “personalismo” es mi única forma de contar públicamente el manifiesto daño que me hicieron y, de paso, a los míos.

Que así conste en mis artículos personales (por no tener no cuento ni con negros que me ayuden en su redacción o me los escriban) con los que me desahogo buscando un perdón familiar que tal vez no merezca.

El sentimiento de culpa me hunde interiormente junto a mi “barco” y me hace maldecir tanta hipocresía como anda suelta por esta comunidad de bolsillo descosido.

BUENA GENTE


A sus 56 años de edad fallecía mi hermana Mari Luz. Poca gente más buena. El abuso del tabaco no fue la única causa de su desaparición.


Pero si Mari Luz era buena, mi hermano Joaquín, Kino, rivaliza con los pedazos de pan. Nadie que le haya conocido podrá decir de él que le hiciera daño. Mi hermano es especialmente bueno. Hay que echarle de comer aparte porque los demás nos comeríamos su parte de ración, y Kino no se quejaría. Como mucho, una sonrisa.

A la temprana edad de cuatro años mi hermano sufrió unas fuertes temperaturas que le afectaron su sistema auditivo.

Mis padres observando que el niño quedaba desplazado del ambiente familiar, optaron por llevarlo a un médico que le diagnóstico una pérdida total del sentido del oído como consecuencia de las altas fiebres.

Lo que es más, su recomendación fue la de que internaran a Kino en un centro especializado al objeto de que se adaptara al mundo de los sordomudos, aprendiendo el lenguaje de los signos.

Dicho y hecho. Mis padres ingresaron a su primogénito en un colegio malagueño, “La Purísima Concepción”, regido por monjas teresianas, donde permaneció once largos años.

A la salida del mismo, mis padres visitaron a otro especialista y ya con la medicina más avanzada, aunque todavía en pañales en relación a los avances técnicos de hoy en día, se llegó a la conclusión de que aquellas malditas fiebres padecidas con cuatro años no habían producido una lesión total sino tan sólo parcial. Es decir, mi hermano tenía un oído bien y el otro conservaba sólo la mitad de la capacidad auditiva.

Estas buenas noticias dejaron a mis padres fríos. Con el internado de once años Kino había atrofiado casi del todo la posibilidad de recuperar la parte y media que tenía bien. Había producido una reversión tan profunda, que pocas esperanzas quedaban para su desenvoltura más o menos normal en su capacidad auditiva.

Desde los cuatro años se había educado como un sordomudo total, y ya era muy difícil lograr mejorías. Máxime con las técnicas todavía atrasadas de aquellos momentos. Diré que Kino tiene en la actualidad 65 años.

Con todo, mis padres mandaron a Madrid a mi hermano para ver si se podía hacer algo.

En la capital del Reino permaneció algún tiempo, creo recordar que un año, pero su avance en el sentido de readaptación, de recuperación de la parte auditiva atrofiada, fue más bien escasa o nula.

Ni que decir tiene que, como es lógico, mi hermano Kino se convirtió para mis padres en el centro de máxima atención y, llevados por tanto amor hacía el hijo afectado se equivocaron, lo digo en un tono cariñoso que no crítico, en una protección demasiado excesiva que le condicionaría perjudicialmente el resto de sus días de vida.

Los padres de antes eran protectores en extremo. Si encima, tenías alguna debilidad, algún defecto físico, entonces es que no dejaban ni a sol ni a sombra al hijo perjudicado por la naturaleza.

Mi familia, la Ferrer Peña, estaba compuesta por ocho miembros: 6 hembras y 2 varones.

No me equivoco si afirmo que la totalidad, al menos la gran mayoría de nosotros, teníamos una enorme dependencia psicológica con el cabeza de familia que actuaba como verdadero motor del clan y solucionaba todos y cada uno de nuestros problemas que de forma cotidiana pudieran surgir.

Pero pese a esa protección excesiva para con todos sus hijos, mi padre era consciente de que quien necesitaba de toda su atención y ayuda era el Kino.

PUBLICIDAD KINO


Con un acertado sentido previsor le montó a mi hermano una agencia de publicidad a la que denominó comercialmente con su apodo: Kino.

Para mi padre tal negocio era el seguro de vida, el futuro, de mi hermano. Al frente de la misma estaba el caballeroso Antonio Orihuela Reina, que en paz descanse. Extraordinario hombre. Otro padre para mi hermano.

TONTO PERO NO IMBECIL


Cuando ocurrieron los desafortunados acontecimientos del “regalo de Navidad”, mi padre no perdió de vista dos asuntos a saber:

PRIMERO.- Por lo siguiente mi padre me pediría perdón el resto de sus días, muriendo con la pena de no haber reparado en el desarrollo de lo acontecido, sin pensar que con tanta presión como la que sufrió por mi causa, demasiado era que, a su avanzada edad, pudiera seguir vivo sin que su delicado corazón se le hubiese declarado en huelga indefinida, como así ocurrió años más tardes.

Mi padre me ofreció en sacrificio, como Abraham a su hijo Isaac pero pidió que, por lo menos, el cuchillo para cortarme la pluma de escribir en dos, y la leña para encender el holocausto la pagara por lo menos, y si no era mucho abusar, el nuevo propietario.

Si mi padre en el año 82 iba a recibir en mano tan sólo, se dice pronto, un millón de pesetas, por la venta del “barco de papel”, que menos, que más, que el nuevo inquilino de la calle Solís, corriera con mi indemnización al ser despedido como capitán del “barco de papel”.

Mi padre recibió 1 millón de pesetas y el comprador, a su vez, asumía el resto del préstamo, 25 millones de pesetas, sobre la nueva maquinaria comprada.

Es decir, la propia inercia del negocio pagaría lo que restaba.

RICA LECHE FRESCA


No existían impagos y sabido es que la publicidad y la tirada batía records de venta; superadas las embestidas a las que me sometieron determinados comerciantes ceutíes de pro y de proa enfilada en su infinito amor a esta tierra a la que tanto quieren mientras les proporcione leche fresca de la cual chupar porque es muy saludable para el ácido úrico.

Si lo sabré yo que ahora por prescripción médica me tengo que agarrar, de forma un tanto viciosa, a las ubres sean o no de vacas cuatro, como los parásitos se aferran desesperadamente a mi cuerpo.

40 AÑOS TIRADOS POR LA BORDA… MENOS KINO


SEGUNDO.- Mi padre, mi querido padre Joaquín, perdió la cabeza, se la hicieron perder más bien, ¡ qué leche!, en relación al precio en el que iba a vender “el barco”, y sus repercusiones familiares al perder un negocio tan emblemático, de tanto calibre, habiendo sido su propietario durante 40 años.

No obstante todo lo anterior, y otras muchas consideraciones, mi padre pese a lo confuso por confundido que estuvo en tan desastrosa operación (ni el prestigioso cardiólogo doctor Barnad la superaría) no olvidó, como no podía ser de otra manera, a su otro hijo Kino, relacionado, vinculado, con el “buque nodriza”.

Ni que decir tiene que la Agencia Kino la había montado mi padre como una agencia de publicidad en general, pero que su finalidad básica era la contratación y canalización de la publicidad del “barco de papel”.

UN RESPETO DE NARICES

En el contrato notarial de compra venta que realiza mi padre con la otra parte actora se recoge textualmente en una de sus cláusulas:

SEPTIMO.- El Sr. Montero Palacios se compromete a respetar las condiciones que se le tienen asignadas a Publicidad Kino en lo que respecta a comisiones por publicidad, que seguirán siendo de un ocho por ciento.

Queda claro, por demostrado, que mi padre, mi querido padre Joaquín, tuvo su momento de “luz” y no permitió que mi hermano quedara en una situación de desamparo porque, sencillamente, Kino no estaba capacitado socialmente, para su desgracia, para desenvolverse por si sólo.

Hay sordomudos, espero que mi padre este domingo no me lea, que se desenvuelven mejor que cualquiera de nosotros; con toda naturalidad. No era el caso de mi hermano.

Mientras mi padre vivió el contrato fue respetado en un alarde de escrúpulos. Curiosamente es a partir del 87, a su muerte, cuando al empresario escrupuloso empieza a tejer la madeja.

De la noche a la mañana mi hermano se encontró privado de sus legítimos ingresos y sin pan para comer él y sus dos hijos, María del Mar y Joaquín. Así como su guapa mujer, Juani Sintez Baez, que terminó perdiendo la cabeza años más tardes y muriendo a la pronta edad de 60 años.

Kino se vio cruelmente, salvajemente, expoliado de su negocio, de su único modus vivendi. Un disminuido físico víctima del apetito insaciable de alguien que va por la vida de inocente cuando, la verdad y la mentira sean dicha, es cándido y medio. Un ingenuo, vamos. Con dientes de “leche”; todavía, y siempre. Amén.

UNA EXCLUSIVA DE CUENTO


Es a primeros de los años 90 cuando mi hermano se ve en la necesidad de llevar a los tribunales el manifiesto incumplimiento. Presenta la correspondiente demanda siendo su letrada Luz Elena que, pese a llevar el caso con la profesionalidad y el prestigio que la avala, sorprendentemente, perdió algo tan aparentemente obvio como que de forma unilateral el empresario escrupuloso se hubiera descolgado del compromiso pactado en la operación “regalo de Navidad”.

La parte demanda alegó en su favor que no era posible mantener el vínculo de la cláusula descrita en tanto en cuanto mi hermano hacía publicidad también con otro medio de comunicación, en concreto, “El Periódico de Ceuta”.

Quien haya leído, quien lea y sepa hacerlo de corrido, habrá observado que mi hermano no tenía, en absoluto, ningún tipo de exclusividad con nadie.

Es más, entre algunas de las “razones” que esgrimió en su defensa la parte demanda aparece este singular y “peligroso” “perro con pulgas” que habría venido desde la Costa del Sol, para escribir en “El Periódico” y criticar al empresario escrupuloso. Pobrecito.

¡Menuda tontería, por pobre, como argumento jurídico, melillero!

Tengo que añadir, aunque ganaras el juicio, que en definitiva, es lo que persigue un abogado defensor. Sin reparar en nada más, ¿verdad?. Ganar dinero y punto. Jamás puse mi pluma al servicio de ningún interés que pudiera contribuir a dañar a nadie injustamente. Los escrúpulos y la moral para los misioneros de mi tierra africana.

GATO ESCARDADO


Mi hermano Kino no sólo perdió el juicio sino que, encima, tuvo que gastarse varios millones de pesetas, lo que es la vida, para pagar tanto a su abogada como al letrado de la parte demandada.

La abogada Luz Elena indicó a mi hermano la conveniencia de recurrir la sentencia pero en una familia tan grande como la mía, cada uno con sus problemas, cada uno por su lado, una vez más, no supimos unir criterios ante los abusos y atropellos de terceros.

AUSENCIAS INSUSTITUIBLES


Y es que desde que murió mi padre, faltó el “motor” que nos unía y nos daba vida a todos con una máxima de seriedad.

No contento con el “regalo de Navidad”, el empresario escrupuloso se deshizo del eslabón de la Publicidad Kino.

DAÑOS COLATERALES


Lo he escrito y lo repito. Si volviera a nacer solicitaría, sin que nadie me lo pidiese, la misma carta de navegación, el mismo rumbo periodístico.

De ahí que la desgracia de mi hermano no sea su dolor, sino el espejo que refleja el sabor amargo de mi derrota.

Con lo que yo entendía, y sigo entendiendo, como el recto proceder de mi “barco de papel”, realizando un periodismo independiente, crítico, y plural, lo único que conseguí en Ceuta es arruinar, de paso, a mi familia. Era mi particular y romántica aventura periodística pero yo la hice, la convertí, en común sin reparar en las consecuencias.

Olvidé que la democracia peninsular no iba a estar dispuesta a pagar la travesía más corta pero la más cara del mundo, sencillamente para venir a saludar a la Mujer Muerta y al hombre Neardental que aguardaba con impaciencia ser descubierto en la bonita Benzú Smir; con lo atractivo que a mi me parecían tales reclamos.

No caí en “vender” tantas otras cosas ”únicas” como tenemos: los monos de San Amaro, el tigre del Príncipe, los “reyes leones”, los dragones que echaban fuego por su bocas dado que querían volver a su casa de la calle Camoens y andaban tirados por ahí pagando el alquiler carísimo de las cuevas del Hacho acogidas al plan de viviendas de protección oficial contra el riego de explosión, el “Tarzán-2” durmiente, los pajaritos y tiburones de Calamocarro, la cola de cocodrilo de Correos, la cola de los parados desgraciados sin enchufe de Casa Molina con olor a churritos; contamos, asimismo, con perros “vegetarianos”.

También que somos y fuimos: capital de palomas y gaviotas, capital de periodistas con tantos medios, capital monumental de monumentos, capital de pintores blanqueadores, capitales sobre los que ya no se puede hablar porque se evadieron, capital a un paso de legua de la isla del Perejil con sus picaros piratas…

En fin, que se podría decir que lo ocurrido a mi familia fueron los “daños colaterales” de mi “guerra” a la que acudí blandiendo mi pluma de escribir, sin más parapetos ni escudos con los que protegerme de tanto ceutí de pro y de proa enfilada por afilada.

Se podrían decir muchas cosas. Puede que una de ellas tenga su fiel expresión en aquella frase de… “si Franco levantara la cabeza”.

Ni personal ni profesionalmente, deseo que “levante” nada tal personaje; aunque visto lo visto. Ahora bien, si mi padre, mi querido padre Joaquín, pudiera hacer también como su líder político, a buen seguro que el empresario escrupuloso tendría la urgente “necesidad” de preguntar por el cuarto de baño más cercano.

¡Kino!: comprendo que nunca me llegues a dar tu perdón verdadero. Cuídate, hermano.

Y que sepas que te quiero. Buen domingo para toda la gente de bien, que la hay y mucha, en Ceuta.

Asimismo, buen domingo para esa juventud ceutí que no teniendo trabajo en su tierra, se ve obligada a marchar fuera de ella. Aunque, afortunadamente, no crucen el mar Estrecho en pateras. 

1 comentario:

  1. Hacia tiempo que no sabia nada de vosotros. Yo tambien soy miembro de una gran saga y tampoco nos ha ido bien en la vida. Me conoces, pero no te dire quien soy. Espero que ahora te vaya un poco mejor. Aunque debe de decirte que no eres el unico que se siente culpable por la mala suerte de un ser querido. Hasta siempre.

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