domingo, 24 de junio de 2007

El alcalde de Ceuta que eligió morir libre

Por Tato Ferrer


Los que se fueron no publicitaron su “después”. Los que llegan y siguen viniendo de vuelta de la esquina doblada, tampoco lo hacen con su “antes”.

En esta democracia local la luz es tan cegadora que para qué van a cambiar de empresa si les va bien.

De ahí, seguramente, el éxito de los del símbolo del Hacho.

Irradian con tantos neones que las neuronas de la gente sencilla no es capaz de discernir entre las oscuridades, las sombras, y las luces claras.

Luces y sombras son como un mismo alumbrado de Feria de agosto en nuestra “reserva”.

Los árboles permiten a Tarzán-2 desplazarse con sus lianas aunque lo haga con máxima atención por si alguna mosca tse-tsé le pica y le duermen también como me ocurrió a mí años atrás.

Ocurre que los que caminamos por los senderos como el Neardental, el bosque no nos deja ver las ruinas de los servidores públicos, a su término de la jornada.

Son una especie protegida, pese a que no exista temor a una cercana extinción, a la que parece que puso canción Julio con aquella bonita letra de: “La vida sigue igual”.

De hacer cola de paro, y sellito estúpido, eso para los “perros con pulgas”.