viernes, 27 de abril de 2007

El estrangulamiento de Ceuta funciona con normalidad

Por Tato Ferrer


El caos está servido. El estrangulamiento funciona. El sentenciado a morir en la horca tiene cuerda y árbol.

Nuestra salida y entrada natural es con Marruecos; lo digo porque hasta que no finalicen las obras de ese puente de conexión entre el continente viejo y el continente salvaje, proyecto anunciado en el siglo tres mil a. c. y cuya finalización está “revelada” por Nostradamus para cuando los hombres volvamos a un nuevo principio de los tiempos creando entonces una forma espiritual de entendernos entre hermanos en la que conviviremos; hasta entonces, como digo, las cosas son como son.

No todos los responsables se marcharon sin más; alguno dejó su semilla.

Conciliar las medidas de seguridad con el natural deseo de los ceutíes de pasar la Aduana de El Tarajal en un tiempo razonable, es algo fundamental por necesario. A no ser que se trate de estrangular del todo esa vena, esa vía de comunicación.

Al volver a Ceuta ahora te ves obligado a pasar un exhaustivo control a cargo, primero, de la Policía Nacional y después, por parte de la Guardia Civil. Son dos filtros rigurosísimos en los que te obligan, por dos veces insisto, en unos pocos de metros, a levantar el capó, registran el interior del coche y abrir el maletero para que comprueben con un celo que para sí lo quisieran más de una perrita, si en el cofre llevas algo más que aire.

viernes, 20 de abril de 2007

El año en el que los negros "salvaron" a Ceuta


Por Tato Ferrer

Aquella mañana Ceuta apareció conquistada por grupos de jóvenes con aires de otras tierras. Chicas y chicos con hambre de comerse el mundo. Tomaron la ciudad por la fuerza de los ideales y ese coraje con el que empuja la juventud.

La invasión juvenil de nuestra tierra estuvo inspirada por IU, según se dijo. El objetivo, manifestar una repulsa por la valla del perímetro fronterizo y sus recientes reformas.

En sus manos algunos portaban litronas de cerveza mientras, en sus cabezas, golpeaban las conciencias de unos estados de cosas que ellos a lo mejor logran cambiar en el futuro. En sus corazones latía la sangre con la que otros jóvenes han ido pintado de rojo esa alambrada maldita, con la que los ceutíes ricos nos protegemos del mundo “plus ultra”.

Vinieron jaleados por IU. Desmérito añadido. De haberse tratado de movilizaciones de las juventudes del PSOE o PP, puede que no se hubiera puesto tanto acento indicando que eran cachorros manipulados. Como si los jóvenes estuvieran libre de influencias, como si los mayores estuvieramos desenvolviéndonos en nuestros actos cotidianos con plena formación e información para adoptar las decisiones de un modo poco contaminado, con lo mucho que se nos intoxica a diario desde los diferentes medios de la izquierda y de la derecha.

viernes, 13 de abril de 2007

Un genio tocado por la mano del abandono

Por Tato Ferrer

Se escandalizan. Se rasgan las vestiduras. Se sienten víctimas. Ponen el grito en el cielo. Piden dimisiones. Pobrecitos.

Cuando se estaba en aquellos años de transición, difíciles, máxime en Ceuta, a este periodista, no es que lo espiaran, lo tuvieron durante varios días sometido, por parte del estamento militar, a un tercer grado sumarísimo. En los archivos de información deben obrar todos esos folios que rellenaron aquellos militares, cuántas horas se pasaron conmigo, queriendo averiguar qué grupo era el que, supuestamente, me apoyaba y estaba detrás de mí.

Todo lo referido fue publicado, así como la esperpéntica condena que me recayó, un arresto domiciliario de unos días.

Eran los albores de la democracia, y los coletazos del franquismo estaban por todas partes.

Me obsequiaron con más de cuarenta desacatos, figura ya desparecida del ordenamiento jurídico español, me pegaron en repetidas ocasiones necesitando tratamiento médico, recibí amenazas de muerte, necesité protección policial, recibí amenazas de bomba, me detuvieron y encarcelaron, ilegalmente, desde la Delegación del Gobierno de Ceuta, donde se encontraban reunidos el delegado, el alcalde y el único juez que, por aquel entonces, repartía justicia por esta tierra.