viernes, 13 de abril de 2007

Un genio tocado por la mano del abandono

Por Tato Ferrer

Se escandalizan. Se rasgan las vestiduras. Se sienten víctimas. Ponen el grito en el cielo. Piden dimisiones. Pobrecitos.

Cuando se estaba en aquellos años de transición, difíciles, máxime en Ceuta, a este periodista, no es que lo espiaran, lo tuvieron durante varios días sometido, por parte del estamento militar, a un tercer grado sumarísimo. En los archivos de información deben obrar todos esos folios que rellenaron aquellos militares, cuántas horas se pasaron conmigo, queriendo averiguar qué grupo era el que, supuestamente, me apoyaba y estaba detrás de mí.

Todo lo referido fue publicado, así como la esperpéntica condena que me recayó, un arresto domiciliario de unos días.

Eran los albores de la democracia, y los coletazos del franquismo estaban por todas partes.

Me obsequiaron con más de cuarenta desacatos, figura ya desparecida del ordenamiento jurídico español, me pegaron en repetidas ocasiones necesitando tratamiento médico, recibí amenazas de muerte, necesité protección policial, recibí amenazas de bomba, me detuvieron y encarcelaron, ilegalmente, desde la Delegación del Gobierno de Ceuta, donde se encontraban reunidos el delegado, el alcalde y el único juez que, por aquel entonces, repartía justicia por esta tierra.

Y me coaccionó ese juez para que yo revelara mi fuente de información, sin lograr que yo faltara a mi secreto profesional.

A las horas de salir de la prisión de los Rosales me tuve que ir al juzgado. En el despacho del juez, sentado en un sillón, al fondo, como si se tratara de un convidado de piedra, sin que nadie me lo presentara, sin advertírseme para nada de que su presencia era para garantizar mis derechos, el mismo juez que me había detenido y encarcelado, de forma ilegal, me formuló una sola pregunta, de cuya respuesta pendía un posible expediente disciplinario por parte del poder judicial. Poco importaba que la decisión se hubiese adoptado en la Delegación del Gobierno, en compañía del alcalde, Ricardo Muñoz, a quien deseo salud pero que no hago por ir a verlo porque me faltan fuerzas. Que la detención y encarcelamiento fuese ilegal carecía de mayor importancia. Que el documento que publiqué, leiv motiv, de toda esta penosa historia, no tuviera la clasificación de secreto de estado. Que se demostrara que el incendio del coche del primero que aparecía en
la lista, analfabeto, pero no obstante, en posesión de un permiso de circulación hubiese sido motivada por un ajuste de cuentas, y no por la publicación del documento, tampoco pareció tener mayor importancia.

Sólo importaba que yo declarara si había sido obligado a revelar mi fuente de información.

Aquel que me interrogaba venía de privarme de lo más amado. Sucede que, cuanto más se ama la libertad, más difícil resulta vivir sin ella. Mentí de miedo. Fui un total cobarde. Cuántas veces me he arrepentido. Aquel juez lo único que quería de mí era saber el nombre del policía que, según él, me había filtrado el susodicho documento. Pues claro que me presionó, hasta el punto de encarcelarme para reflexionar, según declaró. Ya me podía haber pagado una habitación en la Muralla, o en el hotel Tryp, no te fastidia, aunque todavía no existía.

Eran los umbrales de la democracia, y los coletazos del franquismo estaban por doquier.
Así las cosas, cada día tenía que ser aprovechado para mandar mensajes sin ambages.

La intentona golpista, 23 F, cuando el barco de papel hundido estaba ya en la calle a primeras horas de la mañana, y todavía no se habían resuelto del todo los acontecimientos, yo titulé así en portada:

“UN GRUPO DE TERRORISTAS ASALTAN EL
PARLAMENTO”.

Pero, desde esa fecha del hundimiento, yo ya no pude participar, contribuir, con mi humilde aportación de periodista independiente, en el desarrollo social, democrático, de mi pueblo.

Las centrales sindicales siguieron con su trabajo, y uno de los que ahora se quejan, llegó a tener parcela de responsabilidad municipal. Conjuntamente con uno de los muchos que a mí me salieron rana se repartió el alimento de los dioses.

Fructuoso Miaja, demasiado noble y bueno para tanta responsabilidad, les dejó hacer y deshacer. Controlaron y se pusieron a barrer, para adentro, la Casita del Pueblo.

Y, sobre todo, miraron para otro lado. Les importó un pito que la transición, en lugar de dar pasos hacia una democracia cimentada y desarrollada en su espíritu esencial, el control de la gestión de la rex pública, hubiera dado pasos no al frente, no en la dirección obligatoria, sino en la dirección más rentable para los intereses particulares de esos arquitectos, diseñadores de la pos-transición, hacia la más burda vuelta atrás , de las tuercas , de ese franquismo tan criticado.

Esta democracia se agotó, como el que esto escribe, en su propia transición. Al menos, en Ceuta, la hundieron con mi barco de papel, para que no se sintiera sólo en el fondo de las aguas del mar ceutí. Lo que es de agradecer por mi parte.

Un día sostuve una acalorada discusión con un sindicalista de esta ciudad. ¿Cuántas personas habían colocado los sindicatos a cambio del silencio de los corderos?. Me dijo que había que fomentar el empleo. Claro.

Se ruborizan, menos mal que les queda un poquito de color carmín de lapiz de labios, cuando les sale al encuentro de sus vidas, el olor nauseabundo de las cloacas, de esta democracia, de la que ellos son traseros agradecidos. Para su desgracia, y aunque vayan en plan de principitos, de adalides de los valores democráticos, se ven salpicados por sus propios barros.

Depositan sus dardos, sus cargas de profundidad, sus minas, en patrulleras expertas en hacer buen uso del material bélico.

Navegan pertrechados a bordo de navíos de guerra. Entonces, de qué se quejan. Y uno que iba en un barco de papel, con los vientos de temporal que soplaban bien fuertes, por aquellos años. Y uno, con estos pelos.

A caballo entre fraile franciscano, y jesuita, por su gusto por el poder, el socialisto, el del BMW, utilizó para su campaña otro reclamo al que paseó calle Real arriba, calle
Real abajo.

Aunque ni a aquel, recomendado, ni al hijo del último alcalde republicano, mecánico, venido, quiero recordar, de Málaga, terminaron de gustar las artes del artista socialisto.

Ni el presidente de los populares ceutíes, ni el hijo del último alcalde republicano de
Ceuta, se presentaron, finalmente, a aquellas elecciones municipales.

Pero el socialisto ya había vendido por la ciudad ambulante las cajas de pescado con etiquetas de denominación de origen, Gordillo y Antonio López, que en paz descanse, como su padre.

Y a fe que el socialisto intentó volver a la lonja por más peces mágicos, frescos y sabrosos, pero se encontró con la mala suerte, el infortunio, de que ya estaba prácticamente todo el pescado vendido y, lo más que le pudo indicar el patrón, Santiago, es que ante la huída, la espantada de las dos figuras del cartel, pues para que la cosa no se le fuera a estropear, por ese qué dirán las gentes del pueblo ceutí, se fuera a toda prisa al campo de fútbol, Alfonso Murube, a ver si lograba localizar un poco de esa agua bendita con la que, milagrosamente, se curan los futbolistas ante tantas patadas como reciben en los encuentros.

Al socialisto le maravilló aquella solución. Él sólo quería utilizar la imagen de esas dos figuras y, sin embargo, en los últimos tramos de la campaña electoral se marcharon, abandonaron la carrera. Y por si esto fuese poco, el socialisto era el criticado.

Así es la vida, y así son las cosas. No se puede ir haciendo el bien. Les iba a llevar al poder político, para que se convirtieran en supremos dioses del cotarro local, y recibió plantillazos por parte de esos desagradecidos advenedizos. De ahí que la pócima, el filtro mágico, el agua del fútbol, le viniera, además de bendita, como agua de mayo en aquella primavera electoral del 91.

Detrás de un mostrador, como un humilde y honesto trabajador de esta tierra, que ya lleva muchos años sufriendo crisis económicas, ruinas galopantes, para los trabajadores locales, que no saben ya qué hacer para sacar adelante a sus familias, se encuentra todo un verdadero lujo, todo un lujazo, en una ciudad en la que la mediocridad, afortunadamente, no es materia de preocupación, en el sentido de que vaya menguando. No todo iba a ir mal.

Cuando le pregunto la razón por la cuál se dedica un buen día a la investigación, no me sabe responder. Ignora el motivo.

Y es que la mayoría de los genios son únicos porque desconocen que se han puesto a desarrollar un trabajo magistral, sin apenas ellos tener conciencia de la importancia y magnitud de su obra, en la que prácticamente sin una motivación aparentemente cierta, se ven devorados, cual hijo de Saturno.

Hace unos años, Casa Sánchez era un negocio muy rentable porque contaban con las mejores máquinas de escribir del mercado. Tan sólo para atender las oficinas, empresas, y cuarteles, disponían de dos técnicos en permanente atención de los clientes. Una máquina Olimpia era sinónimo de calidad. La asistencia técnica, mantenimiento, piezas de recambio y servicio afable con el público, eran virtudes indiscutibles de esa tienda de la calle Real.

Un pueblo sin un patrimonio histórico-cultural es un pueblo condenado al olvido. Por ello, el hecho de que un ceutí, para más honra y orgullo nuestro, se pusiera a desarrollar una aficción particular de tamaña envergadura, rigurosidad, de contrastada y exhaustiva documental, desde el prisma de visionar, de bucear, por el pasado perdido, en las noches de los olvidos con ojos independientes, es toda una maravilla, un gozo, que no debe quedar sin recompensa.

La concesión de la medalla de la autonomía y la compra por parte del Ayuntamiento, en vías de Asamblea, de cien ejemplares es, por utilizar un eufemismo, una vergüenza.

Francisco Sánchez Montoya, Paco Sánchez, no ha recibido en su vida ni un duro. ¿Por qué?

En el 75 publicó una colección de fotos antiguas de Ceuta, junto con Diego Sastre. En el 92, un libro sobre las visitas reales a Ceuta. En el 81, un trabajo sobre Miguel Hernández. En el 2004, su gran obra, su obra maestra hasta el momento, “Ceuta y el Norte de Africa”, de la que está prácticamente agotada su primera edición.

Apunté en mi artículo del pasado viernes que Paco Sánchez había viajado a Madrid con objeto de recabar información, datos, sobre la masonería en Ceuta. Este será el hilo argumental de su próxima publicación.

Francisco Sánchez Montoya, para mi Paco, se llena de alegría y de orgullo cuando me comenta que es raro el día que no recibe correos electrónicos de todas partes de España, e incluso de Francia, por parte de los familiares fusilados en nuestra tierra, preguntándole, recabando puntual información, sobre “el abuelo”. Para él es la compensación más grata y más hermosa que le pueda reportar su trabajo.

Con su enorme trabajo ha contribuido a que los muertos del pasado, los muertos de la guerra entre hermanos, entre iguales, los muertos por las ideas, se sepan dónde están, y se conozcan con exactitud sus nombres y apellidos. Hasta el recorrido de sus horas finales.

De los 268 fusilados en Ceuta, 156 están en la fosa común del cementerio de Santa Catalina, pero, ahora, no de forma anónima, sino contrastada. Se tardaron 70 años para que esa fosa común se adecentara, y si así se hizo fue porque alguien dotó de dignidad viva a aquellos que no tuvieron otra ocurrencia que luchar, defender y estar del lado del poder legítimamente constituido.

Pero para que tal grandeza ocurriera alguien tuvo que dedicar 10 años de su vida a buscar en Ceuta, y en el Norte de África, tarea ardua donde las haya, el rastro, las pistas, de una época que tenemos que saber de memoria, amén de no repetirla.

Muchos días de fiesta, muchos festivos, he tenido la oportunidad de ver a Paco Sánchez por Tetuán, y por muchos más lugares de Marruecos, por donde hemos coincidido, en plan de ese famoso detective inglés, Sherlock Holmes, siempre corriendo, porque como Alicia en el País de las Maravillas, llegaba tarde, siempre tarde, a todos los sitios. Tenía que controlar el desajuste de horarios, los permisos de los consulados, el horario de la Biblioteca, Casa de la Cultura, de la calle Mohamed V tetuaní y esperar que, entre autorización y autorización, transcurrieran los meses y los meses. Cuatro meses, en la mejor de las ocasiones. ¡Cuántas dificultades se vio obligado a sortear! ¡Qué trabajo de titanic!

De su actual obra maestra, “Ceuta y el Norte de África”, se editaron 3000 ejemplares. En la actualidad lleva vendidos unos 2500 libros, pero calcula que dentro de poco se habrá vendido en su totalidad esta primera edición.

Paco Sánchez no sólo me pone en los antecedentes históricos del padre de uno de los reclamos del socialisto, también me insiste en lo extraordinario, y querido por el pueblo, del doctor Araujo.

Paco Sánchez lleva dadas en Marruecos unas doce conferencias por encargo de la Junta de Andalucía. En Algeciras, también.

El próximo septiembre acudirá al pueblo portugués de Bégar, en la frontera con Huelva, para desarrollar unas jornadas sobre la guerra civil, de la que opina que existía una página en blanco en Ceuta.

El negocio de Casa Sánchez, con la aparición de los ordenadores y la consiguiente desaparición de las máquinas de escribir, ya no es lo que era. Como le pasa al que esto escribe, Paco Sánchez perdió el tren de la moderna sociedad digital y, aunque sigue tirando con la venta de sus cafeteras, vajillas, lámparas, estufas, planchas y demás objetos de bazar, el negocio ya no es lo que era, ni mucho menos.

Aún así, este investigador de charla sabia, porque es todo un erudito, humilde en su tono, cuando el más ignorante de los cretinos de este, mi pueblo, creído en posesión de la verdad absoluta, te discute acaloradamente, con argumentos recogidos en el mundo de los chismes, de los secretos de alcobas, tan al uso en esta ciudad. Aún así, insisto, nuestro ilustre estudioso-investigador-histórico no habla, en ningún momento, mal de nadie. Es medalla de la autonomía, le compró el Ayuntamiento, en vías de Asamblea, cien ejemplares, y es agradecido.

Tuve la oportunidad en Córdoba de entrevistar al sanrroqueño, como mis difuntos padres, Joaquín y María Luisa, catedrático de Psiquiatría, Carlos Castilla del Pino y, me refirió ,ese hombre de brillante pelo, color blanco, que existía, para su enorme satisfacción, como una especie de rivalidad, de disputa, entre la propia Universidad y el Ayuntamiento por aumentar aún más, en una estrecha colaboración, la beca que le habían concedido de por vida, con carácter vitalicio, para que tan sólo se dedicara al estudio e investigación de la mente humana.
Castilla del Pino pudo haberse ido con los americanos, pero los cordobeses no lo permitieron.
Ahora que está nuestro Ayuntamiento patas arriba, en obras, supongo yo que para desde la primera planta reformarse, adecentarse, rehabilitarse y no sólo para ofrecer una nueva y más cercana cara de atención ,de los funcionarios hacia los ciudadanos ceutíes, lo que es de agradecer y felicitar, sino para que nos vayamos haciendo a la idea de que el ser Asamblea es algo más, mucho más, que la simpleza de que existan más cargos que responsabilidades, y del hecho anecdótico de que se disponga de unos sueldazos desproporcionados para esta actual especie de comunidad de bolsillo. De aquí que no estaría de más, pues, empezar a corregir ya situaciones fuera del sentido común.

Que Paco Sánchez se tenga que estar costeando de su propio bolsillo, pagando los viajes, gasolina, estancias, gastos múltiples, sus muchísimas horas de trabajo, robando el tiempo al trabajo del que come su familia, dedicando sus horas de ocio a crearnos un patrimonio histórico, por y para Ceuta es, del todo, una situación lamentable.


Porque, Paco Sánchez, no crea una obra para él. Su ejemplar, extraordinario, magnífico, brillante trabajo de investigación, es la base en la que los ceutíes debemos beber. Si no bebemos de la fuente de la historia de nuestra tierra, mejor apaga, y vámonos. Nos queda, le queda a Paco Sánchez, una opción. Empeñar la medalla. Al ser tan descafeinada, lo mismo…

1 comentario:

  1. Ceuta es así, le da buenos puestos de trabajo y políticos a los que vienen de fuera y desprecia a la buena gente de esta tierra.

    Paco Sánchez, al igual que Tato Ferrer, no son valorados en su tierra por mucho bien que hagan o lo hayan hecho.

    En el caso concreto de Tato Ferrer, ya no es que no sea valorado todo lo que hizo por la libertad de información en los tiempos de la Transición, que ni era Transición ni era democracia, era una dictadura encubierta, sino que además lo han jodido moralmente y expoliado todo su patrimonio. Tenemos una clase política que deja mucho que desear y que solo miran por ellos, su gente y sus servidores.

    Todo aquel que quiera ir de independiente, como va y fue Tato Ferrer, ex director del “Faro de Ceuta”, y no comulgue con todo aquello que quieran los políticos, ya sabe lo que le puede esperar: le pondrán todas las zancadillas del mundo y si pueden lo dejaran en la miseria absoluta.

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