Por Tato Ferrer
No es la primera vez que refiero el caso. Es más, espero que no sea
la última.
Si la Navidad
es, fuera o fuese, algo más que hipocresía,
la renovación de intenciones, de buenos propósitos, debería ser auténtica. De
ahí, mi obligación moral de exponer a la opinión pública, lo ocurrido en Ceuta,
allá por el año 2008, precisamente, por estas fechas navideñas.
Ustedes, seguramente, sean personas pertenecientes al club selecto de los
afortunados, y su plus de residencia, inherente al amor por Ceuta, les
evite verse en la necesidad de acudir a los Servicios Sociales.
Pero, ese hombre, ese desconocido, no era socio, ni tan siquiera de
honor, de los privilegiados. No obstante, y pese a su condición de necesitado
extremo, aquella mañana estaba más contento de lo habitual en él. Estaba lleno
de júbilo dado que era portador de dos vales facilitados por Servicios Sociales.