En
la Place
de Fontenoy, número 7, se encuentra situado un edificio en forma de y. En su
interior hay un precioso jardín japonés en el que sus funcionarios reposan tras
el almuerzo del mediodía. Eran mis años 20 y tuve la gran suerte de pasar
varios veranos en la capital francesa. Recibía clases en
la Universidad de
la Sorbona, pero mi lugar
habitual de las comidas era
la
UNESCO.
El hermano de un cuñado fallecido, Luís Martínez Caballero,
era en aquel entonces un alto funcionario de dicho organismo internacional, uno
de los responsables de las relaciones con los países sudamericanos, y era
lógico que me sirviera de él como apoyo logístico-familiar.
No sólo llegué a conocer bastante bien París y sus alrededores de su mano sino
que, también, me ayudó de forma inestimable en la introducción en los hábitos y
costumbres de la sociedad francesa. Lo hizo así todos los años que estuve yendo
con el propósito de que me relacionara el máximo posible con personas que no
hablaran para nada español. Siempre le estaré agradecido.