Por Tato Ferrer
Por ser lo que soy, cuento sobre los demás, con la enorme ventaja de haber sido educado en el oficio de preguntar, de hacer preguntas. De aquí, que mi condición profesional, sea un aval para ponerme a inquirir al ciudadano de a pié, a la gente de la calle, por una cuestión sobre la que estoy confuso. ¿Por dónde se comienzan a escribir los artículos de altura, los de alto nivel, los de arriba, los de superficie, en definitiva?
Por ser lo que soy, cuento sobre los demás, con la enorme ventaja de haber sido educado en el oficio de preguntar, de hacer preguntas. De aquí, que mi condición profesional, sea un aval para ponerme a inquirir al ciudadano de a pié, a la gente de la calle, por una cuestión sobre la que estoy confuso. ¿Por dónde se comienzan a escribir los artículos de altura, los de alto nivel, los de arriba, los de superficie, en definitiva?
Corría el año 77, y a la orden de ¡largad amarras!, un grupo de jóvenes cachorros, entre ellos, el hijo del difunto, José Luís Chaves, y el hijo del entrañable, Pepe Berlanga, echaron a navegar todo un simbólico barquito de papel. Frágil en su apariencia, pero sólido en su proyecto de independencia, utilidad pública, y pluralidad política.
Un barquito de papel que yace hundido en el fondo del mar ceutí, y que, como el Titanic, espera desesperando, no ya sólo volver a la luz de la superficie, sino a alumbrar de verdad, el rumbo cierto.
Realizo entrevistas, llevo a cabo concienzudas investigaciones periodísticas, contrasto datos y fuentes de información, y, finalmente, obtengo la orientación necesaria. Según deduzco de mi trabajo, este tipo de artículos son coincidentes con los que permanecen hundidos en el fondo del mar. Es decir, en ambos casos, se inician por el principio.
Lleno de júbilo con tan brillante averiguación, me dispongo a la faena, pero otro inconveniente me sale al paso.