Por Tato Ferrer
Siempre
y cuando no seas de origen neardental. Uno de los requisitos elementales de exclusión
automática. Para la prueba del algodón, tenemos que seleccionar, de nuestra reserva africana, algún ejemplar amaestrado en Perejil. Que haya pasado
por la afamada escuela internacional del conocimiento sapiens. No son tantos en su número, pero sí en su buen
hacer. Se les puede observar cómo se comportan en su hábitat natural.
Abren la cancela de la puerta de
acceso a Santa Catalina, aunque sus muertos estén descansando en camposanto
distinto. Realizando cometido de improvisado portero de cementerio ajeno. Pelotas consumados del vivo. No hacen gala de ahorrar
en gestos hipócritas.
Es
lo que tiene Perejil. En escaso tiempo, por medio de cursos acelerados, educan en el difícil arte de medrar. Los meros bagajes de la mediocridad, y la escasa o nula preparación académica, suficientes avales. En
pocos años, cabalgan con silla de oro.
Carrera meteórica. Atraca yate disimulado,
camuflado, en Puerto Marina, Benalmádena
Costa. Alejado de las miradas envidiosas
de los humildes ceutíes. De aquí, que a
los neardentales nos esté, terminantemente prohibido, pisar la
isla magistral, debido a nuestra
condición de comunes. Se jactan
de ganarlo merced a estar bendecidos desde atalayas y minas del rey
Salomón. No es el diseño, el dibujo, para los humildes, condenados al sudor. Para colmo de las suertes, los privilegiados, los selectos, los
elegidos, no se ven en la necesidad de usar el desodorante en cantidad abundante, pues se
lo ponen fácil. El esfuerzo mínimo en el
rendimiento, no llega a ser causa de ese
molesto y desagradable olor a sudor. A
huevo de gallina de pueblo. Con todo, son desagradecidos como manda el código
secreto Perejil. Si creen menester apuñalar, que se quite Bruto. Reciclados con matrícula de honor.